El pasado viernes 8 de marzo, el Papa Francisco presidió una celebración penitencial en la parroquia de San Pío V, al oeste de Roma, durante la cual recibió a varios fieles en confesión. Al inicio de su pontificado, el Papa argentino causó sorpresa al confesarse él mismo en esta celebración, que tiene lugar cada año durante la Cuaresma. Probablemente porque fue precisamente este sacramento el que inspiró su vocación.
«En la fiesta de san Mateo de 1953, el joven Jorge Bergoglio, de 17 años, experimentó de un modo muy especial la presencia amorosa de Dios en su vida. Tras una confesión, sintió conmovido su corazón y el descenso de la misericordia de Dios que, con una mirada de tierno amor, lo llamó a la vida religiosa, siguiendo el ejemplo de san Ignacio de Loyola«, señala la web vaticana.
De hecho, el Papa Francisco nos ha confiado a menudo este punto de inflexión en su vida, que se produjo el 21 de septiembre de 1953, fiesta del evangelista, que era también el «Día del Estudiante» en Argentina. «Me preparaba para ir de picnic con mis amigos. Pasé por la iglesia de San José de Flores y entré (…) y sentí el impulso de confesarme. No sé qué pasó, ni cuánto duró la confesión. Pero me levanté, volví a casa y poco a poco me di cuenta de que Dios me llamaba», relató en el libro De los pobres al Papa, del Papa al mundo, publicado por Editions du Seuil en abril de 2022.
Las lágrimas de Bergoglio
El joven Jorge Mario Bergoglio no conocía a este sacerdote que, sorprendentemente, era un antiguo actor de teatro. Oriundo de la provincia de Corrientes, se encontraba en la capital argentina para tratarse una leucemia. Su servicio como confesor en la iglesia de San José, situada en la inmensa avenida Rivadavia que se extiende a lo largo de 35 kilómetros y atraviesa todo Buenos Aires, era por tanto puramente ocasional y fortuito.
«Diez meses después de conocernos, murió. Era el que me guiaba, el que me ayudaba. Seguí viéndolo», recuerda el Papa Francisco. «Después de su funeral, volví a casa y lloré y lloré. Estaba angustiado, me sentía abandonado. Siempre recordaré esas lágrimas. Después, las cosas fueron despacio. Pero la certeza llegó aquel día del 21 de septiembre de 1953. La certeza de un don», confiesa el Papa Francisco en este libro, con una sinceridad desarmante.
No obstante, el joven Jorge Mario Bergoglio prosiguió sus estudios de química hasta ingresar en el seminario diocesano en 1956, antes de sufrir graves problemas de salud, tras lo cual ingresó en los jesuitas. Debido al larguísimo periodo de formación dentro de la Compañía de Jesús, Jorge Mario Bergoglio no fue ordenado sacerdote hasta 1969, casi 16 años después de su llamada, no sin pasar por algunos periodos de duda. Admitiría haber dudado de su vocación tras sentirse conmovido por la «belleza y brillantez intelectual» de una joven que conoció en una boda cuando era seminarista. Pero, al final, permanecería apegado al recuerdo de esta confesión, que marcó el final de su adolescencia.