La coincidencia entre la Semana Santa y la luna llena no es casualidad. Es el resultado de una decisión tomada en el año 325 durante el Concilio de Nicea. Se estableció que el Domingo de Resurrección se celebraría justo después de la primera luna llena posterior al equinoccio de primavera.
Este criterio determina que la Semana Santa pueda ocurrir entre el 22 de marzo y el 25 de abril, explicando por qué la fecha de esta celebración cambia cada año.
Luna llena astronómica y luna llena eclesiástica
Aunque la fecha más común es el 19 de abril, es interesante notar que la Iglesia católica se basa en la luna llena eclesiástica, no en la astronómica, para determinar esta festividad.
Esto ha llevado a discrepancias ocasionales. Ya sucedió en 1962, cuando la diferencia entre las lunas llevó a que la Semana Santa se celebrase el 22 de abril.
Una celebración originalmente judía
El Concilio de Nicea fue un punto de inflexión. Antes de este, la Pascua cristiana se celebraba simultáneamente con la Pascua judía, reflejando los orígenes judíos de los primeros cristianos.
La fecha en que se celebra el Domingo de Resurrección es crucial en el calendario cristiano, ya que de ella dependen otras diez festividades religiosas.
Aunque la fecha del 19 de abril es la que se repite con más frecuencia, ocurriendo unas 4 veces cada 100 años, las fechas extremas del 22 de marzo y el 25 de abril son mucho menos comunes, presentándose entre 4 y 8 veces cada milenio.
Dentro de estas tradiciones de fechas, también se encuentran los huevos de Pascua, una costumbre extendida en muchos países con variaciones locales.
En el cristianismo, se cree que esta tradición surge de la Cuaresma, período durante el cual se acumulaban huevos en las despensas. Los huevos más nuevos se consumían tal cual, mientras que los más viejos se hervían y decoraban para su mejor conservación.